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domingo, 14 de octubre de 2012

historia se centra en Manuel Gonçalves Granada, nieto recuperado nº57,


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Manuel Gonçalves Granada exhibiendo una  de sus padres
Son 106 las almas despojadas de su inherente identidad que vagaron durante toda su infancia y adolescencia sin saber verdaderamente quienes eran. Aquel maldito período iniciado en el año 1976, quitó las vidas y futuras esperanzas de varios jóvenes que solo imaginaban un mundo mejor, sin ostentaciones vinculadas a un poder que cada día iba haciéndose más nocivo y violento contra la sociedad civil. Fue la misma Dictadura Militar argentina, aquel genocidio que hundió al país mediante el terrorismo del Estado, quien desató  el   de incertidumbre y desasosiego, que elaboró un  sistemático y generalizado contra la misma población del país al cual comandaba.
hasta historia se centra en Manuel Gonçalves Granada, nieto recuperado nº57, hijo de Gaston Gonçalves y Ana María Granada nacido el 24 de Junio de 1976, pleno inicio de la Dictadura genocida. Sus padres eran militantes de Montoneros y la Juventud Peronista. Como muchos integrantes de agrupaciones políticas de aquella época, participaban en proyectos de inclusión que llevaba adelante la propia organización en barrios. Estos, tendían a fortalecer vínculos e inclusión social sobre aquellas personas vulnerables del sistema.
Tanto Ana María como Gastón, ya habían sido secuestrados anteriormente en el año 1975, por un Cuerpo de Brigadas del Departamento , en la Provincia de Buenos Aires. Los dos, venían siendo buscados de manera constante y exhaustiva por las fuerzas represivas del Estado, militares, policías, AAA incluido.
No fue casual entonces, que, el primer día que asume de facto el Poder Militar, el 24 de marzo de 1976, Gastón haya sido secuestrado en una redada realizada conjuntamente por policías y fuerzas militares de la zona en la localidad de Zárate, , cercando ,de ese modo, cualquier manera de poder escapar de por aquel entonces perseguido político.
Se dirigía hacia Escobar a visitar a su hijo Gastón Gonçalves (h), de tan solo seis años de edad y a su ex pareja María Mercedes.  Aún no se sabe si iba en tren o colectivo. Lo único que se conoce, por palabras de testigos y detenidos que estuvieron junto a el, es que, fue llevado a una Comisaría del lugar en un camión celular de la Seccional. Allí operaba como Oficial Subinspector una figura de conocimiento público, sádico y temible como pocos, amparado luego por un poder político maleable que hizo la vista gorda durante mucho tiempo, permitiéndole presentarse a elecciones como Intendente del partido de Escobar, siendo reelegido dos veces. Este ser era nada más y nada menos que Luis Abelardo Patti. El es quien ordena la inmediata captura de Manuel. Cuando es atrapado se le aplican todo tipo de torturas, es quemado  y posteriormente asesinado, tirado a la deriva del Río Luján. Fue hallado el 2 de abril de ese mismo año. Según laCONADEP, sería la séptima víctima fatal, preludio de lo que vendrían en los ulteriores casos fatales. Tenía la edad de 26 años.
Ana María Granada, por su parte, tenía 23 años y cursaba un embarazo de cinco meses cuando su pareja desapareció. El miedo, la incertidumbre y la tristeza encontraron en ella un grado de preocupación, por entender que a partir de ese momento iba a ser una exiliada, y tendría que convivir en la clandestinidad. Poco tiempo tuvo para despedirse de su suegra. El 24 de Junio nacería su hijo y ya tenía planeado ir viajando por todo el Norte de la Provincia de Buenos Aires, con la única esperanza de escapar al fin de aquella pesadilla no deseada. Es así que, termina residiendo en la ciudad Bonaerense de San Nicolás de los Arroyos. Primero lo hace en un hotel, pero, por diversas circunstancias adversas, logra irse de aquel lugar.
Es en ese momento donde logra dar con la familia Amestoy Fetolini, oriundos de Nogoyá, ciudad ubicada en la Provincia de Entre Ríos, quienes también militaban activamente en agrupaciones políticas vinculadas a expoliar la vulnerabilidad social de las víctimas y escapaban por los exactos motivos que Ana María. La misma estaba compuesta por Omar Amestoy, Cármen Fetolini y sus dos hijos, María Eugenia de 5 años y Manuel de 3. También eran perseguidos políticos.
Residen en una casa, de estilo americano, de un piso y con ventanas en el frente. Los Amestoy Fetolini habían ocupado primero el hogar  y posteriormente ofrecido a Granada vivir con ellos. Tal aviso pudo realizarse mediante contactos y conexiones entre integrantes de agrupaciones políticas. La idea era quedarse por muy poco tiempo, debido a que los entrecruzamientos de datos que llevaban adelante todas las facciones militares y policiales de las zonas daban con los lugares donde se encontraban aquellas personas escondidas en la clandestinidad.
Eran las 6 de la mañana del 19 de Noviembre de 1976, cuando un operativo conjunto entre el Ejército, la Policía Federal y la Policía de la Provincia de Santa Fe irrumpe en la casa ubicada en la calle Juan B Justo 676.  Todo el barrio se levantó de repente de su cama y fue testigo de semejante hecho. Sin lugar a dudas los resabios de la época eran moneda común, nadie estaba seguro de su integridad física, y el miedo y estupor perseguía a la sociedad entera. Eran alrededor de 40 hombres de uniforme, con todos los recursos represivos que proveía el Estado. Entraron a mansalva, sin pedido de captura ni orden de allanamiento.
Ellos sabían que dentro de esa casa se encontraban criaturas pequeñas, y aún así ,derribaron las puertas del hogar con granadas y lanzaban gases lacrimógenos para tratar de sacar de la casa a los perseguidos. Dentro del domicilio, los ruidos despertaron a quienes residían allí. Tanto Omar como Cármen, decidieron llevar a sus hijos hacia el baño para que no sean alcanzados por las balas de pistolas y ametralladoras dispersadas por las fuerzas policiales y militares. Por su parte, Ana María, cubrió a su hijo con una manta y lo escondió en un placard para protegerlo de todo tipo de ataque.
Cuando por fin pudieron ingresar dentro de la casa, tanto los padres Amestoy Fetolini como Ana María, fueron acribillados a balazos por los mismos. Granada tenía 14 tiros en el cuerpo, Omar y Carmen descargas en el cuello. Sin embargo, los encargados de organizar y perpetrar el ataque maquillaron el acto como un “enfrentamiento”, donde las víctimas se suicidaron. Ellos esbozaron que dentro del domicilio había un revólver. Nunca pudo corroborarse. Los resultados fueron lamentables y trágicos. Manuel Amestoy Fetolini moriría asfixiado, producto de los gases lacrimógenos ingresados a través de la claraboya en el baño donde se encontraba escondido de los ataques. En tanto, en el baño, encontraron todavía con vida a María Mercedes pero con graves signos de asfixiamiento, mientras escuchaban los llorizqueos de un bebé semiasfixiado. Era Manuel Gonçalves Granada.
Los dos niños fueron trasladados al Hospital San Felipe de San Nicolás. María Eugenia moriría camino al nosocomio producto de las graves consecuencias respiratorias que le produjeron los gases lacrimógenos. Manuel, por su parte, quedaría meses en el Hospital recuperándose de los problemas ocasionados por la ofensiva, custodiado permanentemente por un policía, mientras se resolvía su situación. Este ataque fue el segundo ocurrido en tan solo dos días en la ciudad de San Nicolás.
Meses más tarde, se entregaron, de forma irregular, los cuerpos de los fallecidos. Los Amestoy Fetolini fueron enviados a Nogoyá a cajón cerrado. Se los derivó allí con la promesa de que no investiguen el hecho y que no realizaran autopsias ni lleven adelante diligencias procesales. Por su parte, el cuerpo de Ana María Granada fue enterrado como NN en el Cementerio de San Nicolás, en un osario para que nadie se haga cargo ni se reclame el cadáver. Más adelante, el Cuerpo Antropológico Forense lograría, luego de varias investigaciones, dar con el cuerpo de Granada.

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Manuel Gonçalves y Ana María Granada
se sabe que la identidad de Manuel Gonçalves Granada fue perpetrada por los genocidas. Su cuerpo entregado a un Juez de Menores de San Nicolás, que decidió elevar su situación hacia un procedimiento nefasto, corrupto y falaz. Se trató de Juan Carlos Marchetti, hoy jubilado, quien, sin llevar adelante ningún tipo de investigación o de búsqueda de sus padres biológicos, decidió, con irregularidades procedimentales en el patrocinio, y urgido por la necesidad de borra toda huella de Manuel, enviar al menor mediante contactos y amiguismos que tenía su primo a la ciudad de Quilmes. En aquella localidad encontró una familia que lo acobijó, otorgó un hogar y supo cuidar de el. El magistrado otorgó nombre y apellido falso, sin datos ni precisiones sobre sus padres biológicos y ni siquiera con una fecha de nacimiento verdadera. Fue parte del plan de sustitución de identidad cobarde que iniciaron los militares y siguió con la personería civil. A partir de ese entonces pasó a llamarse Claudio Novoa, hijo adoptivo de Luis Novoa y Elena Rodríguez.
Su historia, no produjo en el ningún tipo de rencor ni bronca hacia sus padres. Nunca lo trataron mal, ni como un hijo no deseado. Mantiene constantemente un amor y reconocimiento hacia ellos, quienes ya han fallecido. Nunca dejaron de manifestarle que era adoptado, y permanecía asiduamente dubitativo sobre la situación que lo había llevado a ser un hijo abandonado por sus padres naturales. 
En el año 1995, con 19 años, el por entonces Claudió, atendió a un hombre. Se hacía llamar Alejandro Incháurregui, perteneciente al Equipo Argentino de Antropología Forense. Con él venía una historia que podría resultar increíble, y a la vez inverosímil para el oyente que en ese momento prestara atención al caso. Relató, de este modo, una historia que se centraba en investigaciones, datos y descripciones de testigos del hecho. Dijo, sin más preámbulos, que el era Manuel Gonçalves Granada, hijo de Manuel Gonçalves, secuestrado y posteriormente asesinado en Escobar, y de Ana María Granada, acribillada durante la mencionada Masacre de Juan B. Justo en la ciudad de San Nicolás. Le comentó que su nombre y apellido no era Claudio Novoa, ni su familia con la cual vivía era tal.
Alejandro, no fue a la casa con una suposición. Todos los caminos conducían a Manuel. Los testigos del ataque, las enfermeras del Hospital San Felipe donde estuvo internado durante varios días, documentos de adopción, partes de ingreso a un Hogar de Monjas formaban parte de este cuerpo de pruebas. Absolutamente todos esos datos, daban que Claudio Novoa no era tal, sino una identidad robada, un ser de esos que hasta ese día vagaban por la calle sin saber, ni conocer su biología natural.
Por último le pidió que lo acompañara para hacerse los estudios de ADN pertinentes para finalizar todo el proceso, y le comentó que quien inició toda esta búsqueda fue su propia abuela paterna, Matilde, quien era parte de la línea fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, organización de Derechos Humanos que tiene como fin restituir la identidad de todos los hijos de secuestrados o desaparecidos durante el período comprendido entre 1976 – 1983.
De ahí en más, la historia de Manuel dio un vuelco total. De ser un pibe de barrio, común y corriente, pasaría a formar parte de una intensa búsqueda de su identidad. Conocer, indagar aún más de su pasado. Quiénes eran sus padres, qué habían logrado hacer antes de iniciada la Dictadura, por qué habían sido lo que fueron. Preguntas que se imaginaba y rondaban por su cabeza dubitativa, hasta tanto rehacer todos los relatos que conducían hacia su propia identificación personal. De ese modo conoció a su medio hermano, a quien su padre había ido a visitar el mismo día que lo secuestraron. Curiosamente, su deudo, es el actual bajista de la banda argentina, Los Pericos. También pudo dar con su abuela, quien tanto lo buscó y pudo dialogar con amigos y compañeros de militancia de sus padres.
Logró, a su vez, volver a la casa donde sucedió la mentada masacre. Fue en el aniversario 24 de la misma. Un 19 de noviembre se reencontró con aquel hogar de grandes pérdidas pero que lo satisface saber que su madre lo protegió, acobijó y murió por el resistiendo, como gran parte de su vida.
1345490035245-PRE-famila-amestoy.jpg_869080375.jpgFamilia Amestoy - Fetolini
Después de siete presidencias que practicaron el olvido y la Justicia ausente, un mandatario estatal, Néstor Kirchner, lograría dar por tierra las leyes de impunidad que impidieron encerrar a los responsables de tal genocidio. En este marco, Manuel, luego de una visita a un acto en la ciudad santafesina de Rosario, se encontró con Ana María Oberlín, abogada e hija también de padre desaparecido, quien le propuso iniciar la investigación judicial pertinente para llegar a la justicia final que el venía buscando desde hace años.
El primer hito se dio el 14 de abril de 2011, cuando, con la ayuda del patrocinio de Oberlín y del abogado – periodista Pablo Llonto, los Jueces del Tribunal Federal nº 1 Lucila Larrandart, Horacio Segretti y Lucía Cassain, condenaron a prisión perpetua a Luis Abelardo Patti, por el secuestro y posterior homicidio del padre de Manuel, Gastón Gonçalves. En el mismo, también impusieron penas al militar retirado Martín Rodríguez, y aplicaron sanciones de prisión al comisario retirado de la policía bonaerense Juan Fernando Meneghini.
Gonçalves Granada fue querellante en el mismo. Sin embargo, su persistencia y la búsqueda de verdad, con ansias de mirar a los ojos a los asesinos de su madre y posteriores perpetradores de su verdadera identidad, obligaron a llevar al banquillo a los responsables de la mencionada Masacre de Juan B. Justo.
Con los datos e investigaciones que habían recogido, y con la ayuda del Fiscal Federal de San Nicolás, Juan Patricio Murray, se llevó delante de forma más exhaustiva la búsqueda de mayores referencias al ataque y los principales responsables de dicho acto. Además, contó nuevamente con el patrocinio de Ana María Oberlín con él presente como querellante.
Las diversas declaraciones y entrecruzamiento de datos, determinaron que los encargados de llevar dicha Masacre fueron el coronel Manuel Fernando Saint Amant, responsable principal del ataque y Jefe militar de la zona, el policía Antonio Federico Bossie y el comisario general (RE) Jorge Muñoz. Los cargos van desde homicidio, a sustitución ilegítima de la identidad. Cadenas perpetua es lo que seguro les espera, sobre todo al primero.
El Juicio comenzó el 3 de Julio en el Tribunal Oral Federal nº 2 y aún se están llevando adelante. Los alegatos de los principales acusados generan odio y asco. Indican que el ataque en realidad se trató de un enfrentamiento porque en la casa se encontró un revólver. Mencionaron, a su vez, que las víctimas se habían suicidado, cuando se comprobó que tanto Ana María Granada como Omar Amestoy y Cármen Fetolini, tenían disparos en distintas partes del cuerpo.
Los testigos del ataque declaran lo contrario. Ellos manifiestan que en ningún momento se oyeron disparos, que todas las diligencias posteriores que realizó Saint Amant sobre la embestida son falsas. Es bastante inverosímil y muestra la verdadera crueldad y sadismo por parte de los perpetradores de dicha matanza. Aun habiéndose encontrado un revólver en la casa no se explica claramente la brutalidad y la cantidad de víctimas que concluyeron en dicha masacre.
Aunque no han acabado los alegatos, el futuro de los responsables está escrito. Tanto Saint Ammant, como Bossie y Muñóz serán condenados. Algunos con más penas que otros. Pero lo hecho, hecho está. Solo falta la confirmación. Se hará justicia, casi 36 años después de aquella masacre. La Justicia es lenta, dicen, pero llega.
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Manuel Gonçalves Granada junto a su hermanastro Manuel Gonçalves
Manuel hoy vive en la periferia del Gran Buenos Aires. No vive en la vorágine de Capital Federal. Está tranquilo, contento, sabe que es el camino que hubieran querido que recorriera sus padres. Si bien no los conoció, el sinónimo de lucha lo lleva impreso. La búsqueda de verdad y justicia las tiene en el corazón, y sin su persistente indagación, junto a amigos que lo han ayudado a encontrar ese destino suyo.
Luego de la muerte de la Abuela de Plaza de Mayo, Nélida Gómez de NavajasEstela de Carlotto le ofreció ocupar su lugar de revisora de cuentas. Él, como nieto recuperado nº 57, está visto como el futuro y continuación de actividades que iniciaron en la organización para seguir con la restitución de identidad de aquellos nietos que aún no han podido ser reconocidos y vagan, como él hasta aquel 1995, sin saber verdaderamente quienes son.
La historia muestra distintos parámetros. Cada coyuntura establece un espacio y tiempo determinado que, en muchos casos, terminan por socavarse a medida que aparecen otros hechos relevantes. Han querido enterrar la historia reciente. Han buscado destruir documentos, y, con el argumento de no mirar para atrás el pasado, con muestra de concordancia y concertación, han permitido el olvido durante muchos tiempos. El trascender, lograr romper aquella ventana que impedía llegar a la verdad, la realidad, y no quedar conforme con un solo relato falaz. Los juicios por delitos de lesa humanidad, con esfuerzo y compromiso, han permitido que futuras generaciones a la Dictadura Militar, vean la cara de genocidas asesinos y para que aquella parte de la historia no quede impune y sin memoria. Porque, “un pueblo sin memoria, está condenado a repetir su pasado”.
Pasos de la investigación
Como lo había preestablecido en el proyecto de investigación entregado para realizar el trabajo final, mi primer objetivo fue ubicar al verdadero protagonista de esta historia, Manuel Gonçalves Granada. Diversos problemas surgieron en un primer momento porque no tenía su número de teléfono, y la única forma de ubicarlo era mediante la red social Facebook. Le envié algunos mensajes pero no obtenía respuesta alguna.
De otra fuente pude conseguir el número de celular y el Facebook de su abogada patrocinante, Ana María Oberlín. Mi idea, desde un primer momento, fue realizar de modo similar lo mismo que había hecho con Manuel. Es decir, mandé un mensaje privado a su red, y ella me contestó de inmediato. Nuevamente me encontré con una respuesta que yo no buscaba. “Pipi”, como le dicen, me comentó que no estaba viviendo en Rosario, lugar del que es oriunda, sino en Buenos Aires, lo cual complicaba el traslado. Se me ocurrió hacerle una entrevista por teléfono, aunque la misma es muy tediosa y se pierden muchas cosas.
Ubiqué a una compañera de ella, que trabaja en la Defensoría de San Nicolás, y, como sabía que desde esa localidad estaban llevando adelante, desde la Fiscalía General dirigida por Juan Patricio Murray, la investigación del caso, me pasó el contacto de la también Fiscal, Paula Moretti.
Luego de contactarme con ella y arreglar una entrevista, recibí la respuesta de Manuel. Como las audiencias habían comenzado el 3 de Julio de 2012 y al trabajo de búsqueda lo inicié a mitad de ese mes, durante la feria judicial, las mismas se retomarían la primer semana de agosto luego del receso. Es así que Gonçalves Granada, me expresó su deseo de realizar la entrevista durante esa semana. Es de este modo que conseguí oír los relatos desde su propia boca
Con respecto a los documentos, le pregunté a Manuel si había algún libro que retratara el hecho para indagar un poco más y buscar cuestiones que quedaran flotando en la entrevista. Me dijo que aún no ha salido ninguna publicación, aunque, durante el año 2004 la productora argentina 4 Cabezas, había difundido por televisión un documental llamado “Aparecidos: hijos del dolor, nietos de la esperanza”, aunque se me hizo imposible conseguirlo.
Toda la información adyacente la fui consiguiendo a partir de entrevistas a Manuel, noticias sacadas del diario Página 12, donde han informado de manera continua el estado de los juicios por delitos de lesa humanidad, y las historias que circunscriben a estos. Además, el correlato histórico lo fui formando en base a libros leídos por mí que luego estarán escritos en la bibliografía final.

Argumentación
Ficciones verdaderas
Durante toda su historia el periodismo ha tenido diversas características, se ha reconvertido permanentemente, ya sea, desde los aspectos técnicos, materiales y/u operativos. Pero, siempre ha mantenido un rasgo particular y peculiar: la manera de contar historias. El texto redactado para la materia Redacción II sobre la Masacre de Juan B. Justo mantiene parámetros firmes relacionados con este modo de relatar sucesos anteriores, en un tiempo y espacio concreto manteniendo siempre el rigor histórico que el escritor quiera imponerle.
Estas cuestiones, estarán vinculadas ampliamente con las características pertinentes que impone Tomás Eloy Martínez referidas a la temática elegida. En los siguientes puntos, a su vez, trataré de dilucidar ciertas interrogaciones que me realizo constantemente, ¿de qué se tratan las ficciones verdaderas? ¿Cómo se relatan? Y, la más importante en mi opinión, ¿es el periodismo, con todas sus críticas a cuestas sobre la verosimilitud de los hechos que cuenta, el ámbito en el que es posible relatar este tipo de historias?
Empiezo contestándome la primer pregunta. Las ficciones verdaderas, como bien responde su nombre, es, metódicamente hablando, la capacidad del escritor para redactar relatos que han ocurrido realmente y volcarlos hacia una situación conexa de diálogos y acciones para que su texto sea ameno, lineal y productivo en lo que corresponde tanto, a la línea histórica como a la originalidad dotada para llevar adelante su descripción. De este modo, es quien escribe el que debe hacer recortes de la realidad, indagar, investigar, para redactar todo aquello que crea conveniente para realizar su historia.
Es por ello que, relacionando esta premisa con el texto sobre la Masacre de Juan B Justo, quien redacta el mismo, realiza ciertas apreciaciones sobre una “realidad”, que, si bien en algunos casos no la ha vivido, ha sido nutrida de diversas lecturas, búsquedas, averiguaciones, etc, que le han permitido hacer un juicio y volcarlo hacia su propia producción. En consecuencia, debe readaptar la historia a lo que ha consumido y volcarla fehacientemente al texto.
Esta última apreciación, está íntimamente referida al modo en que Tomás Eloy Martínez analiza la cuestión sobre uno de los rasgos particulares de la ficción verdadera. Para el, el autor realiza cierto tipo de “complicidad” con el lector,   donde se realzan cuestiones ligadas a lo emocional y propias de la mismísima práctica profesional que imprime de “un pasado en donde el escribiente expone todos los sentimientos, modos de ser, rumores y culturas que ha recogido de su comunidad como un espejo con el cual el lector acabará identificándose porque las experiencias a las que alude el texto literario son reconocidas por el lector como propias o como el eco de algo propio”.
Otra cuestión importante para continuar con la descripción de las ficciones verdaderas, se centra en su temporalidad. Por lo general, están inmersas dentro de la sensibilidad del lector, es decir, cuentan con un espacio y tiempo elegido, marcado, en muchos casos, por el propio interés que genera dentro de la opinión pública. Una ficción verdadera, es siempre un modo de relatar lo sucedido de forma verosímil y puede generar cierto entusiasmo en el lector saber lo que acontecido.
Sobre lo relatado anteriormente, no debe dejarse de lado la cuestión coyuntural. Actualmente, los resabios de la Dictadura, sumado a los procesos judiciales por delitos de lesa humanidad y el desarrollo del juicio sobre la Masacre de Juan B Justo, ajustan un connato de situaciones expresas que pueden tener repercusión y visibilidad sobre lo ocurrido, sumándole a ello, diversos aspectos históricos para que el lector pueda acomodarse a la “realidad” antes vivida, o bien, rememorarla para tener una versión más acabada del trabajo de quien escribe sobre el tema.
Quizás, en este caso, es el punto nodal donde entra en juego el llamado “nuevo periodismo”. El relato, la literalidad esbozada al texto y la investigación, forman un todo que se vincula estrictamente con la manera y los modos de contar una historia.
Siguiendo con el mismo aspecto, y tomando nuevamente  a Martínez,  este explicita que “un determinado episodio de la realidad suscita en el narrador un inmediato interés, acaso no por el episodio en sí mismo, sino por toda la red de significaciones que desata”. Este argumento se manifiesta constantemente en las ficciones verdaderas, debido a que cada temática elegida lleva consigo un contexto determinado, plausible de efectos a futuro, como se dicta en el texto referido a la Masacre de Juan B. Justo.
Por último, queda por analizar si es el periodismo el ámbito para contar este tipo de historias. Es claro mencionar, que, el rol del periodista en la sociedad continúa siendo muy importante y necesario dentro de la misma. La información, vista como una mera mercancía de empresarios inescrupulosos, ha socavado en el juicio público hacia los trabajadores de los medios de comunicación.
Sin embargo, hay cosas que no quitan otras. Es desde la misma profesión, donde constantemente, día a día se cuentan historias, se relatan hechos acaecidos, y es ahí donde el periodista debe esbozar su capacidad técnica para coordinar recursos analíticos e historiográficos para producir y darle un contexto a su relato
Creo que es viable una relación netamente estrecha en el quehacer periodístico con la capacidad de este para contar historias verdaderas. Es quizás, quien tiene mayores herramientas procedimentales para investigar, indagar y solventar estos instrumentos en la narración de relatos verídicos. Para contar una verdad, que, retomando nuevamente a Eloy Martínez, se “desplaza hacia  donde soplan los vientos de su inteligencia y de sus sentimientos”.
Como expresé anteriormente, la manera de narrar, relatar los hechos sucedidos parten también desde el punto de vista del autor. La manera y la forma de relatar los hechos, son también circunstanciales en la mente del escriba. Saliendo un poco de la órbita de Eloy Martínez, y, yendo a los conceptos esgrimidos por Ellinor Ochs, se puede decir que la manera o la forma de narrar “anuda elementos circunstanciales como escenas, agentes, instrumentos, actos, propósitos en un esquema coherente que gira alrededor de un suceso excepcional y perturbador”.
Esta cuestión, está ligada a los hechos ocurridos en la Masacre de Juan B Justo y relatados en los hechos, debido a que parten de un caso increíble, que ha tenido y tiene repercusiones sociales y afecta la sensibilidad de varios actores dentro del esquema descripto.
El síndrome de sobrepeso informativo, la ligazón a un aparato periodístico que sobrepasa su capacidad de anoticiar hechos, ha tenido efectos nocivos en la interpretación neta sobre su rol, no solo de informar sobre los acontecimientos, sino también esa estela que lo caracterizaba de antemano y que tan bien amantes y baluartes del oficio, lo han desarrollado con pasión y esmero como, a nivel nacional Rodolfo Walsh y mundial, Rizards Kapuscinsk.
En síntesis, explícitamente, estoy hablando de la exploración, averiguación, investigación, indagación de hechos, y la manera de contarlos de forma fehacientes y verídica, sin intereses difusos en beneficio de pocos sectores de la sociedad, sino comprometidos con que la emisión de noticias y demás herramientas periodísticas sean divulgadas con valor y predisposición social. Las ficciones verdaderas son parte de este mundo, es solo cuestión del propio profesional, el utilizar al máximo su capacidad de búsqueda y desarrollo de lo recogido y volcarlo al texto de forma coherente, eficaz y real.
Links:
Enlace al audio de la entrevista con Manuel Gonçalves Granada:
Fuentes:

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